Tu sitio

Acompañado por Asen la furgoneta llega al callejón infame que permanece contumaz en su estética...

Salvo que este año no queman neumáticos como el año pasado, como si se tratara de un homenaje a nuestra marcha, en esta calle el tiempo también se ha detenido.

Apagado el motor de arranque recogemos las maletas y ayudamos a Ricardo a bajar de la furgoneta. Giovanna y Victoria toman posición y tras una mínima disputa cada una de ellas coge una de mis manos para dirigirnos a su casa.

El itinerario solo queda interrumpido porque Giovanna ha descubierto una revista en el suelo, lo que para una niña de seis años debe ser un tesoro inapreciable. Más contento se muestra Pupu, que unos metros más adelante ha localizado un cartucho de caza vacío que le admira por el rojo vivo del plástico y la corona dorada que es especialmente brillante.

No tengo tiempo ni para tratar de elucubrar el origen de este cartucho y otros dos que Pupu no ha visto unos metros más allá. La suciedad y la inmundicia de este sitio exclama con mayor virulencia el día de la despedida. La sensación es la de contribuir a que los niños queden en el lugar equivocado, en el que nadie debería habitar.

Dos días fuera del barrio le sirven a Ricardo para tomar suficiente distancia y sorprendernos con una sabia consideración: -"Mu sucio está esto, mu sucio... Yo no quiero".

Un saludo de cortesía a las madres y ya. Ellas quieren entablar conversación, pero no es el día. Estoy muy enfadado. Especialmente con ellas. Arrayanes es la confabulación de un sinfín de factores y dinámicas perversas o, en el mejor de los casos, poco inteligentes, pero estas madres y sus padres ponen el agua a este infame guisado.

Ellas quieren expresar sus dolores, sus circunstancias, sus quejas y sus develos. Y, seguramente, si cuela, buscar algún posible beneficio. Yo también lo haría. De hecho comienza a contarme una película victimista sobre si en el comedor de Linares no le llenan los tuppers y un discurso que termina por rebelarme.

Este año no. No toca.

Porque una cosa es ser pobre y otra cosa es vivir entre la basura. Y eso, hasta para un pobre, es condicionable por el margen de libertad que toda persona conserva, incluso en las peores circunstancias posibles. Una cosa es tener poco y otra el desvelo porque tus hijos vistan limpios, con las pocas prendas disponibles.

No me generan ninguna compasión, porque no pelean. Porque no están en el extremo de sus posibilidades. Porque no están desgastados con el mínimo avance posible. Seguramente, desde esta posición, la situación de su familia no sería distinta porque su dificultad es estructural. O quizá no. Pero incluso en el caso de que no tuvieran en su mano el cambio, les otorgaría dignidad.

Aurora debe percibirlo, porque me pregunta si estoy enfadado con ella. Y sí lo estoy. Me rebelo ante las personas que se instalan en sus victimismos, sus dolores y miserias para hacer de ellas templo de su inmovilismo. Porque, de esta forma, dictaminan el sufrimiento y el dolor para todos los que tienen a su alrededor.

Y los niños lo perciben, lo viven y lo sienten... Pupu, el rebelde, esta mañana decidió que no desayunaba. Tras varios intentos de comprensión le he preguntado si era por estar triste por el final del campamento... Ha asentido. Manu se ha peleado con su hermano; y Antonio con Sara y suena a rebeldia interna que requiere desahogo.

Beso y despedida. Menos para Giovanna que decide hacer de anfitriona y acompañarnos hasta la furgoneta. Nos sigue, también, Antonio. A sus 13 años es el único que parece conservar la sensatez como para verbalizar el horror de su vida y lo que para él supone tener que volver a esta estructura inmunda. Antonio sí me admira. Es el verdadero cuidador de sus hermanos y, en medio de estas circunstancias, vive más allá de lo que se puede pedir a una persona de su edad.

De camino, Giovanna, vuelve a tomar mi mano y mediado el patio entre los distintos bloques de edificios rompe el silencio.

- "Josema, llévame contigo".

- "Giovanna, no puede ser, este es tu sitio...".

-"Mi sitio es irme donde estéis vosotros...".

...

Marcha atrás, en silencio, Asen y yo deshacemos el recorrido del callejón para alcanzar la Avenida de Arrayanes donde hay que dar la vuelta para enfilar la salida de Linares. Esperando nuestro turno en el Stop, nos damos un abrazo. Le hace falta a él y me hace falta a mí.




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